Mover cosas de un lugar a otro sin un aparente contacto humano, siempre ha sido motivo de asombro, pues constituyen actos que parecen mágicos, sobrenaturales o muy poco comunes. Muchos magos basan sus rutinas en conceptos de esta índole, como el movimiento de objetos con la mente, la levitación o la teletransportación. Hay trucos de ilusionismo tan impresionantes que han hecho a muchos casi llegar a cuestionarse las leyes de la materia, sobre todo en los años 80 y 90, cuando David Copperfield estaba en su auge. Sin embargo, estos días de confinamiento, que han puesto límites al contacto físico, han creado un escenario único para que nuevos trucos puedan crear efectos similares a los descritos, menos vistosos, pero muy efectivos. Esta vez por absoluta necesidad.
Evitar el contacto entre personas se ha convertido en una de las claves más importantes para enfrentar la pandemia de Covid-19. Es por eso que la forma en que vivimos se ha modificado tan radicalmente, así como también nuestras formas de consumo. Hemos visto en estos meses cómo el comercio electrónico se ha convertido en una alternativa y luego en un hábito para evitar acudir a lugares con alto flujo de personas, que representan potenciales focos de contagio. Sin embargo, a pesar de que el riesgo de exposición es mucho menor en esta modalidad (versus el comercio presencial), el sector en su conjunto ha debido introducir o adelantar importantes transformaciones que permitan cuidar a la población.
Es aquí donde surge la magia. Una llamada contactless y que busca realizar intercambios comerciales con cero o un mínimo contacto entre personas. Esto quiere decir que, tanto en el proceso de compra como de posterior despacho de un producto, no necesariamente haya una interacción humana directa. Su desarrollo ha adquirido cada vez una mayor relevancia. Sobre todo, ante la fuerza del virus, que aún no decae y que muestra rebrotes en distintos países.
Estos nuevos trucos, lejos de los poderes psíquicos a los que aluden los magos, tienen su origen en el desarrollo tecnológico, específicamente en torno a dos puntos en los que se producen mayores probabilidades de tener un contacto directo al momento de efectuar una compra: el pago y el despacho. Si bien, este desarrollo no se inició con la pandemia, sino mucho antes, las circunstancias actuales le dieron un impulso sin precedentes.
En torno al pago, el uso de tarjetas contactless se disparó desde marzo hasta la actualidad. De acuerdo con un estudio elaborado por Visa en América Latina y el Caribe (Chile, Argentina, Brasil, Colombia, República Dominicana, Perú y México), desde el comienzo del brote hubo una alza en el uso de billeteras digitales y pagos P2P, al punto de convertirse en los métodos preferidos por los usuarios (12% y 30%, respectivamente). Asimismo, el sondeo arrojó que se triplicaron las tarjetas contactless en el último año y que en Chile estas representan más del 50% del total.
La tendencia ha sido la de facilitar pagos a distancia a través de distintas herramientas y dispositivos, o bien, pagos presenciales sin contacto. Un ejemplo de esto es el arribo de las pulseras con chip, para efectuar transacciones sin tocar ningún otro objeto directamente, cual efecto de telequinesis. Incluso en Brasil, recientemente se anunció que se podrá hacer pagos y transferencias por medio de Whatsapp, gracias a una alianza entre Mastercard y Facebook.
En torno a los despachos, el rango de acción ha sido bastante amplio. Uno de los trucos más asombrosos ha sido el de mover objetos inanimados sin tocarlos. Los vehículos autónomos o no tripulados han dejado de verse como extravagancias del rubro que hacían noticia cada cierto tiempo por la implementación de planes piloto con posibilidades de expandirse. Hoy se trata de iniciativas que han resultado efectivas para limitar el contacto físico entre repartidores y clientes finales, así como también para acceder y abastecer zonas en las que hay alto riesgo de contagio, como ocurrió en Wuhan, China, y los robot no tripulados de JD.com. Es por esto que se ha iniciado una carrera por incrementar el desarrollo de estos proyectos en distintos países del mundo.
En Chile, la tecnología contactless relacionada al delivery ha avanzado principalmente en torno al uso de aplicaciones móviles. Estas se han transformado en un puente de interacción segura entre las partes involucradas en un proceso de compra. El acto de magia que acá se deja ver, es la desaparición del papel, pues permite reemplazar las guías de despacho en el proceso de entrega y de cualquier otra documentación. También elimina la clásica firma de puño y letra para dar cuenta de que el producto llegó a su destino. Durante los últimos meses, han tomado una relevancia única las herramientas de firma digital, pues se ha convertido en una exigencia por parte de los clientes finales, más que una alternativa, como era antes.
Asimismo, como truco de telepatía, la pandemia ha provocado un aumento de la interacción entre cliente final y servicios de última milla por medio de mensajes instantáneos, para que el momento de encuentro presencial entre ambas partes sea mínimo o inexistente. Esto se ha observado de forma muy patente en el delivery de comida, que ofrece por primera vez modalidades de entrega sin contacto con el repartidor. Con este espíritu, en España incluso han llegado más allá, con una iniciativa de buzones inteligentes, que pueden instalarse en comunidades de vecinos, por ejemplo, para hacer las veces de intermediario entre ambas partes.
El contactless es entonces la magia cotidiana del momento. Tal vez menos impactante a la vista que la desaparición de la Estatua de la Libertad o de una persona haciendo volar objetos, pero fundamental para enfrentar los tiempos de crisis sanitaria.
Por Sebastián Ojeda, CEO de Beetrack