Desde mucho antes de la llegada de la pandemia, el crecimiento del comercio electrónico de bienes y servicios era una realidad creciente. De ello dan cuenta una serie de estudios y mediciones. Pero, producto del COVID-19, la explosión del e-commerce se hizo sentir con una fuerza a ratos desbordante. Esta realidad creciente y establecida ha impuesto desafíos de diversa naturaleza, como lo son, por ejemplo, los logísticos y aduaneros.
Muchas compras a través de redes informáticas tienen un carácter internacional. En estas operaciones siempre existe un potencial riesgo de evasión y de tráfico ilícito cada vez más sofisticado; a modo de ejemplo, no es poco frecuente encontrar casos de mercancías valoradas bajo su precio corriente para eludir el pago de un gravamen aduanero e impuesto, o bien, observar hallazgos de drogas sintéticas. Y, la cadena transfronteriza debe ser segura y rápida, además de eficiente.
Por lo anteriormente expuesto, la Aduana debe tener un rol protagónico. Ésta debe conseguir un perfecto equilibrio entre su función facilitadora y de control, en un mercado electrónico cada vez más atomizado.
Resultan ser tareas esenciales en este desafío: la transmisión anticipada de la información y de los antecedentes necesarios para dar mayor velocidad al despacho; el uso y cruce de los datos que presentan las operaciones, para de esta forma medir y gestionar inteligentemente los riesgos presentes y futuros, activando las acciones a tiempo, sin interrumpir aquellas operaciones que no representen un peligro; una adecuada coordinación entre las personas y las plataformas sistémicas de la Aduana y empresas tales como los courier y de correos expresos; la identificación de una propicia forma de fiscalizar el envío de servicios internacionales, que no necesariamente tienen una condición tangible; el establecimiento de indicadores cualitativos a nivel gubernamental que imponga desafíos serios a los servicios públicos aduaneros; la inversión en tecnología; contar con un marco regulatorio claro adaptado a esta realidad, que exija a quienes intermedian presentar garantías de inocuidad a la cadena; y, el tomar como referente los ejemplos de otros países que ya han conseguido blindar y mejorar el intercambio comercial electrónico transfronterizo de bienes y servicios.
Buscamos una Aduana moderna y efectiva que vaya más allá de la simple generación, transmisión y almacenamiento de datos.
Pregúntese para lo anterior, ¿Cómo se está preparando la Aduana de Chile? ¿Cómo se están coordinando las Aduanas involucradas en el intercambio de bienes y de servicios canalizado a través del comercio electrónico transfronterizo? ¿Cómo se integran los distintos actores de la cadena de los diversos países? ¿Cómo resguardar la trazabilidad de este intercambio desde origen hasta destino? ¿Cómo la Aduana está gestionando el riesgo? Para un desarrollo óptimo de las tareas descritas en el párrafo anterior y para la determinación de las respuestas a estas simples consultas planteadas, sería útil interiorizarse en concreto del plan futuro (presente) que tiene trazado la Aduana, conocerlo y generar espacios de conversación que permitan dar certezas sobre cómo se irá o seguirá abordando esta materia.
Es importante escucharse, para opinar con contenido, evitar especulaciones injustas y proyectar comportamientos deseables. Hablamos de la construcción de un modelo integrado que permita a cada actor el desarrollo de su función, generando una efectiva cadena de valor, con procesos bien definidos, estandarizados, conocidos de antemano. Un mejor hacer de todos trae consigo, por lo demás, una mayor y sana competitividad, ya que los recursos son escasos.
Es cierto que existen directrices y orientaciones escritas por la Aduana, por organismos internacionales o por organizaciones privadas, pero es importante focalizar y medir la forma de ir cumpliendo estas tareas, para que la velocidad del cambio no supere la realidad, como suele ocurrir y de lo cual muchos se aprovechan sin escrúpulos.
El proceso de transformación digital que acarrea el e-commerce transfronterizo tiene una trastienda que es aún más importante, la transformación cultural, el entender que las cosas deben hacerse de otra manera, con un sentido de mayor responsabilidad y eficiencia, bajo la lupa de quienes operan y utilizan el comercio electrónico internacional día a día, en mayor o menor escala. La Aduana deber ser capaz de distinguir y diferenciar en sus acciones aplicadas entre los mal intencionados, los erráticos y aquellos que constantemente hacen bien las cosas. Quien mejor cumpla no debe ver retrasada sus operaciones; no olvidar que estamos hablando de envíos expresos. Aquí está el principal desafío.