La industria alimentaria se enfrenta, como muchas otras, a uno de las mayores retos en los tiempos recientes no sólo debido a los efectos de la pandemia de COVID-19 y a la reciente crisis bélica protagonizada por Rusia y Ucrania, sino también a la crisis económica y climática, que no declinan; todos factores que además de afectar a las cadenas de suministros, han causado un cambio radical tanto en los hábitos alimentarios y de consumo, como en la forma en qué los productos llegan a los consumidores.
En una mirada global a los desafíos que enfrentan los actores de esta industria, los expertos indican que el actual escenario exige a sus líderes una nueva mirada en sus formas de hacer negocios. Su quehacer ahora debe estar enfocado en generar estrategias para enfrentar las constantes interrupciones de la cadena de suministro y los costos del transporte; para lo cual es de vital importancia desarrollar relaciones de colaboración con clientes y proveedores clave; diversificar su base de suministro y los mercados de origen y destino, abordando otras geografías y líneas de producto; el rediseño de productos y la segmentación de la cadena de suministro, entre otras iniciativas.
En vista de lo anterior, serán necesarios nuevos modelos de planificación y ejecución de la cadena de suministro, los que deberán considerar, por ejemplo: incrementar la regionalización del inventario, acercándolo a los clientes; desarrollar ciclos de planificación de operaciones y ventas más rápidos; implementar S&OP para apoyar la planificación estratégica a largo plazo y el análisis de diversos escenarios para revisar continuamente las estrategias de la cadena de suministro, entre otros.
ENFRENTANDO ESCENARIOS COMPLEJOS
En vista de los riesgos, desafíos y oportunidades que los actores de la Industria de los alimentos y bebidas enfrentan en la actualidad, aplica establecer cierto contexto. En esta línea, cabe destacar que, durante los primeros días de la crisis sanitaria, los expertos del rubro retail y gran consumo tenían como principal preocupación el que las cadenas de suministro tuvieran la capacidad de capear las embestidas tanto de la demanda como de la oferta. No obstante, lo cierto es que las cadenas de suministro de alimentos no colapsaron del todo, como muchos esperaban.
¿Qué se hizo para asegurar que estos embates simultáneos no se extendieran causando escasez de alimentos y pánico generalizado? En un análisis desarrollado por Lauri Loikkanen, académico de la University School of Science and Technology de Helsinki, durante la primera oleada de la Pandemia, las empresas a nivel global y los gobiernos se enfocaron en mantener la disponibilidad para estabilizar la demanda y sofocar los posibles comportamientos de compra de pánico y el almacenamiento basado en el miedo sostenidos en el tiempo. Anexo a ello, las principales empresas del sector alimentos y sus clientes generaron estrategias para evitar el efecto látigo; indicando que “un pico inicial de demanda temporal haría que los retailers aumentaran sus pedidos a los fabricantes, lo que habría provocado un aumento en la producción del fabricante y más pedidos a los proveedores, y al final, saturaría la cadena de suministro con tanto producto”.
No obstante, si bien estas estrategias fueron cruciales para evitar el colapso en los meses posteriores al estallido de la crisis sanitaria; lo cierto es que aún existen presiones importantes para la industria alimenticia en materia logística. En este plano, los cambios de demanda repentinos combinados con la incertidumbre de la cadena de suministro hacen que la transparencia y visibilidad de esta sea más importante que nunca. Según, Loikkanen, “la crisis sanitaria exigió una comunicación efectiva en toda la cadena de suministro entre retailers, mayoristas y proveedores de productos esenciales que fueron los que experimentaron el aumento de la demanda más significativo. El intercambio de información en las cadenas de suministro que hemos visto fue más abierto y frecuente que la práctica estándar de la industria. Este nivel de transparencia ayudó a las tiendas a mantener altos niveles de disponibilidad para sus clientes y frenó los posibles comportamientos de acumulación de productos a mediano y largo plazo, evitando el efecto látigo en toda la cadena de suministro de alimentos” razón por la cual la transparencia y visibilidad se impone como una práctica permanente.
Al mismo tiempo, el académico explica que durante la fase más dura de la pandemia, “tanto fabricantes como retailers priorizaron los productos más afectados por el incremento de la demanda, ajustando la planificación y las reglas de priorización en sus sistemas de planificación; es decir, acortaron sus ciclos y los horizontes de planificación de semanas a días para poder hacer ajustes rápidos en la toma de decisiones dirigidas por la información disponible más reciente”. Al mismo tiempo, el experto indicó que la planificación de escenarios se usó de forma extensa para prepararse para situaciones de demanda alternativa. “En algunos casos, las restricciones push-pull para productos de alta demanda pasó del retailer al mayorista; durante el peack de la crisis de la cadena de suministro, vimos a fabricantes asignando productos al cliente, independientemente de la cantidad de pedido deseada por el retailer para impulsar de manera más efectiva el producto disponible a las tiendas y limitar cantidades de pedidos cuando era necesario. Estos ajustes complementarios ayudaron a mantener la disponibilidad de los productos esenciales durante la fase más aguda de la crisis”.
Atendiendo a lo anterior, otro aspecto que favoreció a la Industria y permitió un abastecimiento constante a las diferentes latitudes fue la identificación y gestión proactiva los cuellos de botella en la cadena de suministro. “Cuando la capacidad de producción de los fabricantes estaba en su punto máximo, decidieron dejar los productos no esenciales y centrar sus esfuerzos en los productos de alta demanda. Los retailers también tuvieron que adaptarse a los cuellos de botella, y los desafíos que surgieron no fueron siempre los esperados. Por ejemplo, un retailer de e-Commerce estaba convencido de que su cuello de botella era el picking, pero descubrió que su punto más crítico era realmente el transporte. Finalmente, las empresas más exitosas fueron capaces de identificar de forma rápida y precisa sus nuevos cuellos de botella y centrar sus esfuerzos en gestionarlos”.
En resumen, el estudio concluyó que las prácticas expuestas permitieron a los actores del rubro responder de forma rápida y efectiva a la crisis; prácticas que deben mantenerse en el tiempo. “Las empresas y cadenas de suministro necesitan seguir implementando medidas simultáneas en la planificación de recursos, gestión de planta, comunicación, planificación de ventas y operaciones, y control de la cadena de suministro”, indica el documento, una aseveración que mantiene su vigencia, toda vez que la industria de los alimentos sigue enfrentando los efectos del Covid 19 y otras disrupciones de carácter económico y bélico que amenazan su quehacer.
Hoy más que nunca, los actores de esta industria deben considerar una ágil planificación y el control de los cuellos de botella como las medidas clave que les permitirán mantenerse los suficientemente resilientes como para enfrentar escenarios complejos, en especial, aquellos derivados del actual conflicto bélico entre Ucrania y Rusia.
En esta línea, según estiman los expertos, la invasión rusa a Ucrania ha estremecido las cadenas mundiales de suministro que aún siguen afectadas por la pandemia, lo que ha agravado el incremento de los costos, las entregas demoradas y otros problemas para las empresas que intentan transportar mercancías por todo el mundo.
Según los expertos, si el conflicto se prolonga, podría poner en peligro la cosecha de trigo en el verano que se utiliza para pan, pasta y alimentos envasados que se distribuyen Europa, África del norte y Medio Oriente. ¿Cómo afecta esto al acceso de estos alimentos a nuestra Región? Pues bien, tanto Rusia como Ucrania son actores relevantes en la producción y exportación de trigo y maíz, con una participación de una cuarta parte de la producción global de trigo, una quinta parte de la de maíz y el 80% de la de aceite de girasol. Estos datos implican necesariamente que los precios de estos cereales subieron en los mercados a nivel mundial. De hecho, en los últimos días, el precio del trigo llegó a su punto más alto desde 2012, aumentando la preocupación de que aumente aún más el costo de los alimentos a nivel global.
En esta línea, expertos han advertido que la guerra podría afectar la producción de granos e incluso duplicar los precios mundiales del trigo y productos derivados; lo que en la práctica, se traduce en mayor inflación y a nivel doméstico el encarecimiento de los productos que Chile trae desde el exterior y que a su vez son insumos clave en la canasta del IPC.
EL CONSUMIDOR EN LA MIRA
Anexo a las estrategias relacionadas a la planificación de la demanda o la visibilidad de las cadenas de suministro, otro factor relevante que las empresas del rubro alimentario y sus partners deben considerar es el cambio en los hábitos de consumo que las personas han experimentado a raíz de la crisis sanitaria global. Y es que en los últimos 2 años el consumo ha evolucionado de manera acelerada y junto con él la cadena de valor de los alimentos se está transformando.
En esta línea, según plantea el estudio “Preferencias y Tendencias del Consumo de Alimentos en Chile”, elaborado por Deloitte y publicado a fines de 2021, “los nuevos comportamientos y expectativas de los consumidores; los datos y las tecnologías; los desafíos sociales como la producción y la gestión de los desperdicios de alimentos, la competencia de la industria y las interrupciones imprevistas son algunos de los drivers que impulsan la transformación en la manera en que se producen y disponibilizan los alimentos en Chile”.
El extenso estudio de Deloitte hace hincapié en que, a nivel nacional, la situación económica, junto con al alza de los precios han llevado a los chilenos a tomar decisiones al momento de comprar sus alimentos.
En esta línea, el estudio establece que “al momento de decidir dónde realizan sus compras de alimentos, los chilenos se inclinan a realizarlas en las grandes cadenas de supermercados, un 85% de los encuestados afirma realizar al menos una de sus compras de alimentos frescos en ellos”. Al consultarles el porqué de su preferencia el 67% indica que lo hacen por la disponibilidad de los productos y por la variedad de productos que pueden encontrar en los locales (38%). Además, uno de cada cuatro chilenos, aproximadamente, afirma que los motiva la cercanía y conveniencia de los precios que pueden encontrar allí”.
En torno a aquellos consumidores que optan por la compra online de alimentos, el estudio establece que al menos un 26% del total de sus compras las realizan a través de canales digitales. En este ítem, es importante destacar que un 55% de los encuestados no confía en los shoppers designados para realizar sus compras de alimentos frescos a través de canales digitales. En este sentido, los millenials son la generación que más confía en sus shoppers de los canales digitales al comprar alimentos frescos (53%) por sobre la media nacional de confianza (45%). Quienes menos confían son las personas entre 50 y 65 años o baby boomers (37%), esta información es consistente al notar que, además, esta generación asevera solo comprar un 18% de sus compras de alimentos a través de plataformas digitales”.
Al profundizar sobre los canales digitales de compra mayormente utilizados, encontramos que entre quienes optan por la compra en canales digitales, destaca la preferencia de compra en sitios web/App de supermercados y a través de WhatsApp y/o redes sociales de proveedores PyME. Según el reporte, “las carnes son el elemento que, según los encuestados, compran mayormente a través de páginas web o apps de supermercados. Los lácteos y huevos junto con la compra de frutas y verduras se han posicionado en la compra a través de canales más directos con los proveedores, a través de Whatsapp o redes sociales”.
LA SOSTENIBILIDAD Y EL MEDIOAMBIENTE IMPORTAN
Según reportan desde Deloitte, el calentamiento global, dentro de muchos factores, ha obligado a las industrias a tomar decisiones que les permitan avanzar de modo sostenible sobre todo en cada etapa de sus cadenas de producción y logística. En esta línea, los consumidores chilenos sostienen que los mayores desafíos que tiene la industria de alimentos, asociados a su cadena logística, son: mantener la calidad de los productos desde su origen (67%) y garantizar la sostenibilidad en todo el proceso de producción (44%)
Al mirar la distribución por generación, el estudio establece que para los más jóvenes (generación Z) los mayores desafíos que tiene la industria son mantener la calidad del producto desde su origen en un 50% y con otro 51% es garantizar la sostenibilidad en todo el proceso de producción.
Por otro lado, para tres de cada cuatro encuestados mayores de 50 años, mantener la calidad del producto desde su origen es el máximo desafío de la industria en términos de su cadena logística, versus el 67% de la media nacional.
Un tercio de los encuestados afirma que el manejo de oferta y demanda es uno de los principales desafíos de la industria. Finalmente, solo un 11% piensa que el mayor desafío se encuentra en los tiempos de transporte y almacenamiento en la cadena logística de la producción de alimentos.