Hoy en día, conceptos como incertidumbre, volatilidad y complejidad son recurrentes en el análisis económico y social de los líderes gubernamentales a nivel mundial y hacen parte obligada del vocabulario de los más prominentes actores de las más diversas industrias. Tras el advenimiento de la Pandemia por Covid-19, estos líderes gubernamentales y empresariales han debido enfrentar nuevos paradigmas, preparados o no, han debido tomar conciencia de que el mundo, como lo conocíamos, ha cambiado drástica y, quizás, permanentemente; razón por la cual tienen entre sus tareas ineludibles estar preparados para hacer frente a los desafíos que se derivan de lo que se ha denominado como la “nueva normalidad”.
En los últimos meses, la capacidad estructural de las cadenas de suministros de todo el mundo ha estado en la mira de muchos en la medida se han ido desarrollando las repercusiones que el COVID-19 ha dejado en su tránsito. Las órdenes impuestas por los gobiernos de aún permanecer en las casas, las restricciones de viajes nacionales e internacionales y la necesidad de distanciamiento físico han estresado a las cadenas de suministro y han dejado al descubierto los principales cuellos de botella en la producción y distribución de productos y servicios. Se han producido escaseces en casi toda la amalgama de productos disponibles: desde artículos comestibles básicos hasta componentes electrónicos.