Para los operadores logísticos, en particular para aquellos que trabajan en la última milla y deben lidiar con el día a día de la operación, a veces resulta complejo visualizar el impacto que la infraestructura de gran escala tiene sobre los costos logísticos en las cadenas de abastecimiento, y como el desarrollo (o la ausencia) de este tipo de inversiones puede modificar de forma importante su forma de trabajo.
Nuestro país no es una excepción en esta materia: si bien numerosos estudios dan cuenta de que una mayor coordinación entre actores de las cadenas logísticas y la interoperabilidad son hoy el principal desafío del país a la hora de reducir los costos de nuestras cadenas logísticas, la competitividad de nuestra infraestructura logística es un tema que año a año cobra relevancia, convirtiendo en una necesidad el desarrollo de proyectos que aborden los múltiples desafíos pendientes.
Empecemos desde las estructuras macro: los puertos. El sistema portuario de la macrozona central de Chile es la puerta de entrada para gran parte de la carga contenerizada del país. Hoy contamos con capacidad suficiente, en el corto plazo, para satisfacer los requerimientos de capacidad sin enfrentar escenarios de congestión portuaria. Sin embargo, las proyecciones de demanda indican que tenemos una ventana de entre 5 a 10 años antes de enfrentar este escenario. Y es ahí donde vemos el futuro con preocupación: el principal proyecto de aumento de capacidad en la zona, el Puerto de Gran Escala de San Antonio, no entrará en operaciones antes de cumplido este plazo, mientras que la alternativa de desarrollo más cercana, el Terminal 2 de Valparaíso, enfrenta un panorama cada vez más incierto respecto a su ejecución. Este escenario debe preocupar a todos los actores del sector logístico; puertos congestionados implican aumentos importantes en los costos de importación y exportación.
Los accesos a los puertos son otro tema relevante. Hoy, los principales puertos del país enfrentan complejos escenarios de congestión en sus accesos, por la falta de inversión en infraestructura y su emplazamiento dentro de ciudades con cada vez mayor tráfico. Mayor congestión en los accesos implica mayores tiempos de viaje y espera para los transportistas y, por lo tanto, menor eficiencia y mayores costos en nuestras cadenas logísticas.
En tercer lugar, la infraestructura nos plantea un desafío relevante de cara a la multimodalidad y al uso del modo ferroviario como actor relevante en el movimiento de cargas. Todos saben del potencial que este modo de transporte tiene en las cadenas logísticas, por la oportunidad de generar economías de escala relevantes, sobre todo en el transporte de graneles y carga contenerizada, lo que genera menores costos de transporte por unidad. Sin embargo, la infraestructura nuevamente no nos acompaña. Solo en la región del Bío Bío existe un desarrollo de infraestructura que permite acceder de manera simple a los trenes al puerto, lo que se refleja en la relevancia que este modo de transporte adquiere en dicho territorio. Pero en el resto del país el porcentaje de participación del tren en el movimiento de carga es muy bajo. Mala accesibilidad a los puertos, unido a la inexistencia de Centros de Intercambio Modal entre tren y camiones, generan este escenario.
Chile enfrenta decisiones fundamentales para el desarrollo logístico del país, y la infraestructura es parte de dicho escenario. Es clave que todos los distintos actores de las cadenas logísticas ponderen la relevancia de este tema, y generemos consensos sobre los objetivos que queremos alcanzar, avanzando en estos desafíos y así aprovechar al máximo las oportunidades de desarrollo y mejora para la competitividad del sector.
Por Carlos Melo Riquelme
Académico Programa Magíster en Dirección de Operaciones, Logística y Distribución
Universidad San Sebastián.